“Había mucha dificultad para llevar a la embajada lo que necesitan sus ocupantes, por eso nos pusimos a hacerlo. La tortilla en Brasil no existe, pero es el alimento que entra todos los días”.
Las cajas y bolsas son colocadas en un carro de la policía para aproximarse aún más a la embajada, a un segundo puesto de control.
“Son los 500 metros más difíciles y largos de mi vida”, dice Guimaraes, que encabeza el operativo desde que Zelaya entró a la embajada sorpresivamente el 21 de setiembre, buscando presionar una negociación sobre su retorno al poder, que hasta ahora no fructificó.
Aunque aceptaron dejar de revisar los alimentos con perros antidrogas y usar guantes “porque protesté”, según Guimaraes, el control aumenta como la presión sicológica que se ha utilizado contra la sede: Música estridente en altoparlantes en la madrugada, rampas de francotiradores y ondas magnéticas que producían dolores de cabeza, neutralizadas por los ocupantes con forros de papel aluminio en las paredes.
La “operación tortilla brasileña” enfrenta -explica Guimaraes- los siete mandamientos de la policía: 1. Las cosas de vidrio no pasan. 2. La comida sólo pasa en cajas de poliuretano. 3. Nada de papel de aluminio. 4. Solo pasan envases sellados. 5. Foco quemado, foco cambiado. 6. Cortauñas: lo deja hoy y se devuelve mañana. 7. Frutas sólo con prescripción médica.
“Es la primera vez que tenemos que ir al médico para que prescriba frutas. Están cada vez más estrictos. No dejan pasar agujas, hilo, baterías y muchos alimentos”, comenta Guimaraes.
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